La pulsera quedó olvidada sobre el techo del antiguo ropero con
adornos caprichosos del antiguo rococó, y con los años no había perdido la
condición de ser hermosa. Volver a la casa de los abuelos y encontrar una joya
de aquella época me hizo recordar las fiestas familiares, los amigos de la
infancia, mi primer libro importante, el que marcó mi vida estudiantil, y el
antiguo “Principito” pareció caminar en aquella habitación iluminada de azul y
el cuadro colgado en la pared y aburrido por el tiempo, también quiso enviar su
mensaje sin tiempo haciéndole un guiño e invitándolo a sumergirse en su
paisaje. En ese momento, se abrió la puerta y la sencilla mujer completó la
escena del campo de flores portando una bandeja con una pequeña y brillante
jarra con agua y rompiendo el hechizo del sueño en que me había transportado
aquel poderoso objeto, lo miré por un instante, me di la vuelta y dormí
tranquilamente en la habitación de aquel cálido hotel de los valles abrazada a
mi amor.
De
mis Impresiones del Siglo…
maría teresa barros lizárraga
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