sábado, 13 de octubre de 2012

Microrrelato



Esa tarde encontré a mi vecino y le pregunté si escuchaba los teléfonos sonar cada noche. Él me respondió que solo escuchaba el timbre de mi teléfono. Me quedé en silencio y sin haberme despedido me fui alejando lentamente.
            Estuve sentado varias horas en el banco de una plaza. De repente, vi cómo se fueron  desmoronando, como migas de pan, los árboles y las casas. Sentía nostalgia por el barrio donde viví mi infancia.
          Luego entendí que estaba atrapado en garras de la noche. Que soltó a su amante: oscura, galante y febril. Ella, la amante, se acercó a mí, lo único que hice fue bailar como nunca en mi vida…


Fernanda Luquez

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